La fragancia de las flores depende
del tipo de polinización. Así lo confirma un equipo de investigadores del
Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), dirigido
por Josep Peñuelas, en España, que ha comprobado que las flores polinizadas por
insectos liberan más variedad y más cantidad de compuestos químicos
responsables de su perfume que las polinizadas con el viento. El trabajo se
publica en la revista Biochemical Systematics and Ecology.
Las plantas con flor tienen
diferentes estrategias para reproducirse y no todas huelen igual. Por un lado,
las plantas anemófilas se polinizan con el viento "como los olivos, que tienen flores con polen que se desprende y
es transportado fácilmente con el viento", dice el investigador del
CREAF y primer autor del estudio Gerard Farré-Armengol.
Por otra parte, las plantas
entomófilas se reproducen gracias a los insectos, que transportan el polen de
una flor a otra a la vez que se alimentan del néctar de las flores, "la flor de San Juan, por ejemplo,
tiene una de las fragancias más características y es especialmente atractiva
para los insectos", dice Farré-Armengol.
El estudio ha analizado las
moléculas responsables del perfume de las flores. Son los llamados compuestos
orgánicos volátiles (VOC, por sus siglas en inglés) y principalmente son
terpenos y sus derivados. El contenido de estos compuestos químicos es mucho
más elevado en las plantas entomófilas, lo que demuestra que las plantas que se
polinizan por insectos tienen una fragancia más potente y detectable.
Los investigadores atribuyen estas
diferencias a que las flores entomófilas necesitan atraer a los insectos con
señales, que pueden ser visuales con los colores vistosos de los pétalos, o
bien químicas, producidas por los compuestos volátiles percibidos con el
olfato.
"Las
flores y los insectos han evolucionado conjuntamente y han desarrollado unos
mecanismos de atracción y detección respectivamente muy perfeccionados de que
ambos se benefician", explica Farré-Armengol. También se ha constatado
que las flores liberan un tipo de compuestos volátiles u otro dependiendo del
grupo de insectos que las polinizan. "Por
ejemplo, las flores polinizadas por mariposas no tienen la misma fragancia que
las que normalmente se polinizan por abejas", comenta Farré-Armengol.
Algunas plantas como el tomillo o la
salvia son entomófilas y dejan la puerta abierta a los insectos polinizadores,
pero a la vez pueden fecundarse a sí mismas para que sus gametos masculinos y
femeninos sean compatibles.
"Se
trata de una estrategia de reproducción útil cuando hay pocos insectos
polinizadores al alcance", dice Farré-Armengol. Hasta ahora
se consideraba que estas especies autocompatibles no necesitaban emitir señales
químicas muy potentes porque si podían autoreproducirse la polinización cruzada
mediante la intervención de los insectos quedaba en un segundo plano.
Sorprendentemente, el estudio revela que estas plantas entomófilas y
autocompatibles son las que tienen las fragancias más potentes y más diversas.
El estudio revela que estas plantas
entomófilas y autocompatibles son las que tienen las fragancias más potentes y
más diversas.
"El
hecho de encontrar fragancias fuertes en plantas que podrían reproducirse ellas
mismas remarca aún más el papel de los insectos polinizadores en los
ecosistemas. Las plantas prefieren que las polinicen estos animales para que
así intercambien el polen con flores de otras plantas. De esta manera mantienen
la variabilidad genética de los individuos y aseguran la supervivencia de la
especie",
concluye el investigador Farré-Armengol. (Fuente: Centro de Investigación
Ecológica y Aplicaciones Forestales).
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