Hace casi noventa años, en 1926, las
obras de perforación para el suministro de agua a Pahala, en el sur de la isla
de Hawái, sacaron a la luz unos huesos que resultaron ser los primeros fósiles
de ave descubiertos en el archipiélago. Los huesos, en estado subfósil,
aparecieron a 25 metros de profundidad, bajo un flujo de lava prehistórico y
sobre un lecho de cenizas volcánicas. Eran muy quebradizos y se habían
deformado por la exposición al calor de la lava de la erupción volcánica que
causó la muerte del ave y enterró sus restos. La datación del flujo de lava en
el que se encontraron los restos del ave extinta arrojó más tarde una
antigüedad de unos 9 000 años. Los huesos se almacenaron en el Museo Nacional
de Historia Natural de Washington, y no fueron descritos hasta 1943, cuando el
paleontólogo estadounidense Alexander Wetmore, que los identificó como
pertenecientes a un gran ganso, los bautizó con el nombre de Geochen rhuax. Según Wetmore, el
pariente vivo más próximo de esta especie era el ganso cenizo (Cereopsis novaehollandiae) de Australia.
Sin embargo, estudios posteriores mostraron que este ganso extinto, al igual
que la barnacla hawaiana (Branta
sandvicensis), que aún existe en varias islas del archipiélago, está
estrechamente emparentado con la barnacla canadiense (Branta canadensis). En 2013, el paleoornitólogo Storrs Lovejoy
Olson, una de las mayores autoridades mundiales en aves extintas de Hawái,
relacionó esos restos con otros más recientes, descubiertos en tubos de lava de
la isla, que pertenecen a un gran ganso incapaz de volar y también emparentado
con la barnacla hawaiana, por lo que propuso para los fósiles el nombre de
Branta rhuax. Este ganso gigante alcanzaba 1,20 metros de altura y 8,5 kilos de
peso.
(a) B. canadensis
maxima; (b) giant Hawaii goose; (c) B. hylobadistes ; (d) B. sandvicensis
Otro ganso extinto, el nene-nui (Branta hylobadistes), habitaba la isla
de Maui. Era ligeramente más grande que la barnacla hawaiana, que no llega al
medio metro de altura, pero sus alas eran más cortas. Aunque había mucha
variación entre individuos; algunos podían volar, y otros no. En el momento de
su extinción, la especie se encontraba en un estado intermedio de su evolución
hacia la incapacidad para volar. Es el único caso en el que este proceso se
encuentra documentado en el registro fósil. Quizá la evolución se vio frenada
por cruzamientos del nene-nui con la barnacla hawaiana. También se han
encontrado restos fósiles de gansos en las islas de Oahu y Kauai, que puede que
pertenezcan a la misma especie.
Storrs Lovejoy Olson pasó 23 años en
las islas Hawái, donde descubrió y describió, junto con la también
paleoornitóloga Helen Frances James, que más tarde se convirtió en su esposa,
cincuenta nuevas especies de aves extintas. Entre ellas, descubrieron en dunas,
en tubos de lava, en pozos y en el fondo de lagos de varias islas los restos subfósiles
de unas grandes aves no voladoras que en un principio tomaron también por
gansos. Recibieron el nombre de moa-nalo,
que significa “ave perdida”.
Pero los moa-nalo resultaron ser
patos, no gansos. Su siringe, el órgano cartilaginoso que permite a las aves
cantar o graznar, tiene un abombamiento óseo en el lado izquierdo, llamado
tambor o bulla, que es característico de los patos y de los cisnes machos, pero
no de los gansos. Este tambor sirve de caja de resonancia y es lo que permite a
los patos hacer “cuá cuá” o, hablando con propiedad, parpar. Además, el ADN
relaciona a los moa-nalo con los ánades, los patos nadadores del género Anas.
Aunque aún no están claros sus orígenes ni su procedencia, es probable que su
pariente más próximo sea el ánade cejudo (Anas superciliosa), que habita en
muchas islas del Pacífico. Parece que los antepasados de los moa-nalo llegaron
al archipiélago hace unos tres millones y medio de años; hace medio millón de
años ya debían de haber perdido la capacidad de volar, puesto que en esa época
emergió la isla de Hawái, en la que no se ha encontrado fósiles de estos patos.
Los moa-nalo eran grandes aves
semejantes a gansos o cisnes regordetes, de 4 a 7,5 kilos de peso, con las
patas muy robustas y las alas atrofiadas. Probablemente, sus pies no estaban
palmeados. Se habían adaptado a alimentarse de la vegetación fibrosa de los
bosques secos y matorrales de las islas. Su gran tamaño y su pico modificado
les permitían cortar y digerir plantas como las lobelias y los helechos. Los
moa-nalo eran probablemente los principales ramoneadores de las islas. Las
presencia de espinas en las hojas y en los brotes del frambueso hawaiano y de
varias especies de lobelias, que en las plantas insulares suelen perderse,
indica que estas espinas protegían a las plantas frente a algún herbívoro; en
este caso, los moa-nalo.
Hasta ahora se han descrito cuatro
especies de moa-nalo. Todas menos una tenían el pico largo y con el borde
dentado para cortar la dura vegetación de la que se alimentaban. En Maui vivían
dos especies, el moa-nalo piquicorto (Ptaiochen
pau) y el moa-nalo de Maui Nui (Thambetochen
chauliodous), aunque este último también se encontraba en otras islas. Maui
Nui es el nombre que recibe una gran isla que hace un millón de años era la más
grande del archipiélago hawaiano. La combinación del ascenso del nivel del mar,
el hundimiento del terreno y la erosión dividió la isla de Maui Nui en las
actuales Maui, Molokai, Lanai y Kahoolawe. Esto explica que los restos fósiles
del moa-nalo de Maui Nui se hayan encontrado en Maui, Lanai y Molokai. Esta
especie habitaba en las tierras bajas, mientras que el moa-nalo piquicorto
vivía en zonas más altas. Sus restos se han encontrado sobre todo en cuevas y
valles de montaña, por encima de los 1000 metros de altitud. Así, las dos
especies podían vivir en la misma isla sin competir por el alimento.
El moa-nalo de Oahu (Thambetochen xanion) estaba restringido
a esa isla. Esta especie es muy parecida al moa-nalo de Maui Nui, aunque algo
más paqueña y con el pico más largo y recto, con los dientes más prominentes,
en forma de peine.
En la isla de Kauai vivía el
moa-nalo de pico de tortuga (Chelychelynechen
quassus). Este es el único moa-nalo que no tiene el pico dentado. Su pico
es corto y grueso, casi más alto que largo, más semejante al hocico de una
tortuga que al pico de un ave, como indica su nombre. Sus restos se encontraron
en una pista, por lo que estaban desmenuzados por el continuo paso de vehículos
sobre ellos.
En esa misma isla vivía un pato aún
más extraño: el pato-topo (Talpanas lippa).
No conocemos el origen evolutivo de esta especie, que se había adaptado para
alimentarse de lombrices, insectos y otros invertebrados que viven entre los
detritos del suelo, igual que los kiwis de Nueva Zelanda. Del tamaño de un pato
común, el pato-topo es más rechoncho, con las patas más cortas y robustas, que
probablemente no están palmeadas. Tiene los ojos muy pequeños, y el nervio
óptico muy reducido, lo que indica que es un animal prácticamente ciego, y
seguramente nocturno. Su pico ancho y plano es un órgano muy sensible, y le
sirve para detectar a sus presas, mediante el tacto y el olfato, bajo la
materia vegetal en descomposición que cubre los bosques de Kauai. Los restos
fósiles del pato-topo, de una antigüedad de unos 6 000 años, fueron
descubiertos en una cueva del sur de la isla; participaron en su descripción,
en 2009, los ya citados Storrs Lovejoy Olson y Helen Frances James, así como el
biólogo canadiense Andrew N. Iwaniuk.
Los patos y los gansos no eran las
únicas aves no voladoras del Hawái prehistórico. En la gran isla de Maui Nui
vivían dos o tres especies de pequeños ibis terrestres, que se alimentaban de
caracoles en el suelo de los bosques: el ibis áptero de Molokai (Apteribis glenos), el ibis áptero de
montaña de Maui (Apteribis brevis) y,
probablemente, otra especie mayor cuyos restos fragmentarios se han encontrado
en las tierras bajas de Maui. También había una o dos especies de polluelas sin
alas en cada isla, de las que sólo dos sobrevivieron hasta tiempos históricos:
la polluela de Laysan (Porzana palmeri),
en la isla del mismo nombre, desaparecida en 1944, y la polluela hawaiana (Porzana sandwichensis), que habitó en la
isla de Hawái hasta su extinción en 1890.
Todas estas aves habían perdido la
capacidad de volar porque no tenían ninguna necesidad de hacerlo. En el
archipiélago de Hawái no había, antes de la llegada del hombre, depredadores
terrestres. No había ni anfibios, ni reptiles, y, sin contar las especies
marinas, como la foca monje hawaiana (Neomonachus
schauinslandi), el único mamífero presente era el murciélago ceniciento (Lasiurus cinereus). Los únicos
depredadores eran unas pocas especies de aves rapaces.
En los bosques de Molokai y Oahu
vivía un pequeño aguilucho (Circus
dossenus), al que en principio se tomó por un gavilán por sus alas cortas.
Pero el estudio detallado de su anatomía confirmó que se trataba de un
aguilucho. El que sea un aguilucho, y no un gavilán, tiene su lógica. Los
gavilanes no son buenos voladores. Un gavilán no habría sido capaz de llegar
volando al aislado archipiélago de Hawái. Un aguilucho sí. De hecho, nunca se
ha visto un gavilán en Hawái; sin embargo, de cuando en cuando se informa del
avistamiento de algún aguilucho pálido. Una vez llegado a las islas, el tamaño
del aguilucho hawaiano se redujo, en un ejemplo más de enanismo insular, y sus
alas se acortaron para adaptarse al vuelo en los bosques, donde la
maniobrabilidad es importante. Allí se alimentaba de insectos y de pequeños
pájaros. También se han encontrado en Molokai, Oahu y Maui restos de un
pigargo, aunque no se ha podido determinar si es una nueva especie, o si se
trata de ejemplares de alguna especie conocida. Varias especies de pigargos
están catalogadas hoy en día como divagantes en el archipiélago.
Por la noche, unos curiosos búhos
zancudos, semejantes a cárabos aunque con las patas muy largas y robustas,
sustituían al aguilucho hawaiano cazando pájaros en los bosques. Aunque capaces
de volar, tenían las alas más cortas que otras rapaces nocturnas. Había cuatro
especies: una en Kauai (Grallistrix
auceps), una en Maui (Grallistrix
erdmani), una en Molokai (Grallistrix
geleches) y otra en Oahu (Grallistrix
orion). Los mayores alcanzaban los 40 centímetros de altura.
Con la llegada del ser humano al
archipiélago, en los primeros siglos de nuestra era, todas estas aves
desaparecieron. Y algunas otras también: Un pequeño petrel, dos cuervos, varios
pájaros… La depredación directa por los humanos, como atestiguan los huesos de
algunas de esas aves encontrados en yacimientos arqueológicos, y la
introducción de ratas y cerdos, en unas islas en la que, por la ausencia de
depredadores terrestres, todas o casi todas esas aves debían de anidar en el
suelo, fueron las causas de esas primeras extinciones. Pero la catástrofe no se
detuvo ahí. En los últimos tres siglos, desde la llegada de los occidentales,
han desaparecido una treintena de especies de pájaros, además de otros tantos
insectos y decenas de especies de caracoles. La causa de estas extinciones
recientes es la destrucción de los hábitats naturales, sustituidos por cultivos
y urbanizaciones. Y aún hay muchas especies en peligro entre las que han
logrado sobrevivir hasta nuestros días.
Referencia
- mtDNA from fossils reveals aradiation of Hawaiian geese recently derived from the Canada goose(Brantacanadensis). Ellen E. Paxinos, Helen F. James, Storrs L. Olson, Michael D. Sorenson, Jennifer Jackson, and Robert C. Fleischer
Fuente
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