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martes, 8 de enero de 2013

Thalattoarchon saurophagis.

¿Cuál habría sido el momento más seguro, para darse un chapuzón, en los océanos prehistóricos?
De inmediato deberíamos descartar el Mesozoico. Desde el Triásico hasta el final del Cretácico, hace 66 millones de años, los mares estaba dominados por una sucesiva corte de depredadores, con grandes dientes, algunos que cazaban presas aun más grandes que ellos mismos. Pliosaurios, cocodrilos marinos, y mosasaurios prosperaron en los antiguos mares, cada una radiación más extrañas y más aterradora que lo que había venido antes. Y, hasta donde sabemos, la larga tradición de reptiles marinos macro depredadores, comenzó con un ictiosaurio, hace aproximadamente 245 millones, el que poseía una mandíbula con una doble corrida de dientes.

La paleontóloga Nadia Fröbisch y sus colegas han llamado al depredador Thalattoarchon saurophagis, según se publica en la edición de hoy de PNAS. El fósil del depredador, lo hallo Jim Holstein, mientras buscaba en rocas del Triásico Medio, en Augusta, Nevada en 1997. Después de que el espécimen fue finalmente levantado del sitio en el año 2008, el fósil resultó estar compuesto, por la parte posterior del cráneo, gran parte de la columna vertebral, partes de las caderas, y los elementos de las aletas traseras de un solo animal con una longitud estimada de 8,5 metros. Pero lo que hace ten temible al Thalattoarchon, no es solo su tamaño, sino lo que se encontró al examinar su mandíbula.

Al examinar la boca petrificada de casi cualquier ictiosaurio y encontrarás un montón de simples y puntiagudos dientes conicos,  Esta configuración, es característica de un depredador adaptado a capturar pequeñas y resbalosas presas, como peces y calamares. Los dientes de Thalattoarchon son una excepción a la regla de los ictiosaurios. Median aproximadamente 10 centímetros de alto, con una corona de 5 centímetros, además el diente más grande Thalattoarchon tiene la forma de una cuchilla, se comprime de lado a lado y posee dos superficies de corte. Las superficies afiladas no son acerradas, pero, en forma general, las adaptaciones dentales se asemejan a los dientes de los grandes mosasaurios, pliosaurios, algunos cocodrilos marinos, y un grupo mar tardío de ictiosaurios llamados Himalayasaurus tibetensis.

Desafortunadamente, la parte frontal del cráneo de Thalattoarchon, fue erosionado antes de que el animal se recogiera. Sin embargo, con la parte posterior del cráneo, Fröbisch y colaboradores fueron capaces de determinar que Thalattoarchon tenía grandes ojos grandes (la órbita del animal es alrededor de 30 centímetros de diámetro) y una cabeza que era casi dos veces más grande para su tamaño corporal en comparación con otros ictiosaurios contemporáneos a el.

Otros animales que se encuentran en el mismo estrato, puede ayudar a explicar por qué Thalattoarchon estaba tan bien armado. La cantera donde se descubrió la criatura ha dado múltiples muestras de otros ictiosaurios, sobre todo los Cymbospondylus de tamaño similar, y el Phalarodon mucho menor. Todos estos animales eran descendientes de reptiles terrestres, luego se adaptaron para una vida acuática, parte de una gran invasión de los océanos, que se inició a principios del Triásico.

El nuevo estudio no presenta ninguna prueba directa de la depredación “ictiosaurio por ictiosaurio”, pero, en base a la anatomía del depredador recientemente descrita y la riqueza local de reptiles marinos, Thalattoarchon pudo haber sido un depredador que se adaptó especialmente para cazar otros ictiosaurios. El contenido estomacal, coprolitos y huesos dientes marcados ayudaría a prueba esta hipótesis.

Pero el hecho de que Thalattoarchon haya existido nos dice algo importante sobre la vida de hace 245 millones de años. Un ictiosaurio macrodepredador, no podría haber evolucionado a menos que los niveles inferiores de la escala trófica (Los productores, consumidores de primer orden, y así sucesivamente) ya estaban en el lugar. Especializados carnívoros de segundo orden sólo aparecen cuando las comunidades han alcanzado un determinado nivel de productividad y riqueza, de lo contrario simplemente, el alimento no es lo suficiente abundante para su consumo. Esto nos dice algo acerca de la importancia del tempo que toma la evolución después de un desastre.

Thalattoarchon, aparece en el registro fósil, sólo unos cinco millones de años después de la peor extinción total, que el mundo haya visto. Durante este evento catastrófico (probablemente desencadenada por grandes erupciones volcánicas que alteraron dramáticamente la atmósfera, el clima y los océanos) hasta un 95% de las especies marinas conocidas desaparecieron (La vida en  tierra fieme, también se vio afectada). Para Fröbisch y los coautores del estudio, Thalattoarchon demuestra es que al menos algunos ambientes oceánicos fueron capaces de recuperarse en tan sólo unos pocos millones de años, luego de la extinción en masa. Las especies que fueron lo suficientemente resistente como para sobrevivir a la devastación de finales del Pérmico sentaron  las bases para los siguientes 250 millones de años de evolución.

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