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viernes, 27 de noviembre de 2015

Mocha Dick: entre el mito y la realidad

Dejamos con ustedes una nota preparada por Jhoann Canto H, Curador Área Zoología del Museo Nacional deHistoria Natural 

Imagen: Patricia Domínguez. Caza de cachalote.
(imagen basada en ilustración preexistente).
Los mitos muchas veces pueden contarnos historias de algo que parece inverosímil. En la mayoría de los casos pueden resultar ser sólo historias que se van agrandando con el paso del tiempo. Pero otras veces contienen trazos de verdad que la ciencia comienza a develar. Moby Dick es uno de ellos. Esta historia se hace conocida, en todo el mundo, en base a la novela de Herman Melville escrita en 1851 titulada Moby Dick. Esta novela surge de un breve artículo escrito por el periodista Jeremiah Reynolds, quien en 1829, que se encontraba realizado una expedición al Polo Sur y en su periplo por esa parte del planeta visita la isla Mocha donde conoce el relato de un cachalote albino que habita en las aguas cercanas de la isla. Según la información de la época este cachalote llegaba a los 24 metros de longitud y poseía una extraordinaria fuerza. Habría sobrevivido muchas décadas a intentos de caza. Se le hace responsable del hundimiento, en 1820, de un barco de 238 toneladas llamado Essex. En 1839 Reynolds publicó una nota en una revista de Nueva York llamada The knickerbocker. Tras leerla  Melville se inspira y escribiría su famosa novela.

Qué dice la ciencia de esta especie

Mocha Dick o Moby Dick  es una especie de Cachalote conocido con el nombre científico Physeter catodon (otros especialistas utilizan el nombre Physeter macrocephalus). Es un gran odontoceto que pertenece a la familia Physeteridae. La literatura científica señala que los machos pueden alcanzar hasta los 19 metros de longitud y llegar pesar unas 70 toneladas. Son grandes buceadores llegando a descender unos 3.000 metros y contener la respiración hasta poco más de dos horas. Muchos estudios indican que sobrepasan los 70 años de vida. Esta especie habita en  todos los océanos del planeta. Estimaciones señalan que antes de la actividad ballenera su población alcanzaba al 1.100.000 de individuos. Hoy se considera los especialistas indican que podrían quedar unos 100.000 ejemplares.

¿Pero cuál es la realidad del mito?

No sabemos que tanto puede llegar a vivir esta especie. Usualmente la forma de estimar la edad es mediante el conteo de las capas que se conservan en los dientes. Por lo que se depende de los ejemplares que varan. Asimismo el tamaño máximo reportado es resultado de las estadísticas obtenidas de las antiguas operaciones balleneras y de los ejemplares que varan. Esto quiere decir que perfectamente la longevidad puede ser más amplia de lo que conocemos y la longitud también.

Para saber más:
  • Berta, A. J.L. Sumich and K.M. Kovacs. 2006. Marine Mammals: evolutionary biology. Academic Press. 547 p.
  • Degrati, M. N. A. García, M. F. Grandi, M. S Leonardi, R. Loizaga de Castro, D.G. Vales, S.L. Dans, S.N. Pedraza and E.A. Crespo. 2011. New record of a stranded sperm whale (Physeter macrocephalus) and a review of strandings along the continental argentine coast. Mastozoología Neotropical, 18(2):307-313, Mendoza, 2011

jueves, 26 de noviembre de 2015

Orquídeas chilenas, nuevo registro aumenta su número a 72 especies


Se las puede encontrar desde el altiplano hasta Magallanes, e incluso una crece en el archipiélago Juan Fernández. Solo viven en estado silvestre, ya que los esfuerzos por domesticarlas han sido muy limitados.

Cuando se menciona la palabra orquídea se suele pensar en una densa y húmeda selva tropical. Pero la verdad es que las orquídeas también crecen en regiones de clima templado.

Es así como en nuestro territorio viven al menos 72 especies, según lo consigna la segunda edición ampliada de la Guía de Campo de las Orquídeas de Chile, que acaba de ser editada por la Corporación Chilena de la Madera (Corma). “Lo más relevante es que en la versión anterior de 2006 se presentaban 50 especies y ahora aumentamos a 72”, destaca el botánico Diego Alarcón, quien junte a sus colegas Patricio Novoa, Mauricio Cisternas, Erwin Domínguez y Jaime Espejo aportaron sus investigaciones para la publicación.

“Muchas especies todavía no han sido clasificadas en categorías de riesgo, pero lo más probable es que deban consignarse como vulnerables o en peligro de extinción”, dice Alarcón. Son poco conocidas y además su hábitat coincide con zonas sujetas a cambios muy rápidos, especialmente de uso de suelo, en la zona entre Valparaíso y Biobío.

A ello se suma que ha sido muy difícil domesticarlas y que si bien ha habido algunos intentos con la Chloraea crispa, los resultados han sido limitados. Por ello, para verlas hay que salir de las ciudades aunque no muy lejos, en algunos casos. Es así como en Santiago se las puede ver en la parte alta del cerro Manquehue o en los cerros de Caleu, mientras que en la V Región es posible observarlas en la parte alta de Valparaíso y Viña del Mar.

Justamente en esta zona es donde más se ha producido reducción de su hábitat, reconoce Patricio Novoa otro de los autores, quien es investigador del Jardín Botánico Nacional.

De hecho, cuenta, hay descripciones antiguas de que la Chloraea gavilu era abundante entre los cerros Los Placeres y Barón, pero esa zona hoy está completamente urbanizada.

Tampoco crecen en todas partes.

Normalmente prefieren las laderas expuestas al sol que miran hacia la costa o hacia el sur. “Sospechamos que muchas dependen de la presencia de un hongo con el que entran en una estrecha relación”, dice Novoa.

Con coloridos que van desde el blanco al rojo, pasando por el amarillo y el verde, se las puede encontrar desde el altiplano hasta Magallanes salvo en la Región de Atacama. Es así como a orillas del lago Cotacotani, en la Región de Arica y Parinacota, vive la Myrosmod. Es nervosa, que está entre las únicas orquídeas que crecen a más de 4 mil metros de altura.

Otra exclusividad es la Gavilea insularis, que solo crece en la isla Alejandro Selkirk, en el archipiélago Juan Fernández.


Pero la que se lleva todos los títulos de rareza es la Bipinnula taltalensis, que florece gracias a la camanchaca de Paposo, cerca de Taltal. Solo ha sido vista en dos ocasiones, en 1951 y 1990. Novoa es optimista: “La próxima semana voy a Antofagasta a hacer unas charlas y aprovecharé para hacer una pequeña expedición a ver si la encontramos”.

Notas sobre la familia Gelastocoridae (Hemiptera: Heteroptera) en el extremo sur de Chile, con descripción de un subgénero y especie nuevos

Fuente: Notas sobre la familia Gelastocoridae (Hemiptera: Heteroptera) en el extremo sur de Chile, con descripción de un subgénero y especie nuevos. Eduardo I. Faúndez & Allan C. Ashworth

Los gelastocóridos son una familia de heterópteros que comprende 3 géneros y 111 especies a nivel mundial (Henry, 2009); no obstante análisis recientes indican que la cantidad de géneros presentes dentro de esta familia debería aumentar (Cassis, 2006).

Estos insectos son comúnmente conocidos como “chinches sapo” o “sapitos de barro”, debido a su parecido con especies de la familia Bufonidae (Amphibia), a su capacidad de saltar, y a que suelen encontrarse en ambientes ribereños.

Figuras 3 y 4. Nerthra (Rhinodermacoris) praecipua Todd, 1957 escala=1mm;
3. Hembra, habitus; 4. Macho, habitus.

Este grupo fue revisado por Todd (1955), y actualmente está representado en Chile por 9 especies, 3 de ellas en el género Gelastocoris y las restantes 6 pertenecen al género Nerthra.

Mayoritariamente los gelastocóridos chilenos se distribuyen en la zona centro-sur del país.

La presente contribución tiene por objeto describir una nueva especie y un nuevo subgénero de esta familia, entregando una actualización taxonómica y distribucional para el extremo sur de Chile.

Para leer y/o descargar el texto (PDF)


miércoles, 25 de noviembre de 2015

Apidium zuetina, nueva especie ancestral de primate antropoide hallada en Libia


Científicos de la Universidad de Kansas han descrito en el Journal of Human Evolution un primate antropoide previamente desconocido, cuyos restos fueron descubiertos en el Oasis de Zallah (Libia) Bautizado como Apidium zuetina, estos restos de antropoide constituyen el primer ejemplo en su clase descubierto fuera de Egipto. "Apidium es interesante porque fue el primero de los primates antropoides tempranos en ser descubierto y descrito, en el año 1908", dijo Christopher Beard, especialista del Instituto de Biodiversidad de la Universidad de Kansas, que dirigió la investigación.

"Los fósiles de Apidium más antiguos conocidos tienen unos 31 millones de años, mientras que los más recientes tienen 29 millones. Antes de nuestro descubrimiento en Libia, sólo tres especies de Apidium habían sido recuperadas en Egipto. La gente había llegado con la idea de que estos primates habían evolucionado localmente en Egipto".

Beard explicó que las pruebas de que Apidium se habían dispersado por el norte de África fue la faceta clave del hallazgo. Él cree que cambios en las condiciones climáticas y ambientales dieron forma a la distribución de las especies de apidium, que afectó a su evolución.

"Hemos encontrado pruebas de que el cambio climático, -no el calentamiento, sino el enfriamiento y la sequía a través del Eoceno-en la etapa de transición entre el Eoceno y el Oligoceno, probablemente está en el origen en la evolución antropoide", dijo."Todos estos antropoides, que eran nuestros parientes lejanos, vivían en los árboles. Cuando el mundo se hizo más frío y seco en este período, lo que antes era una masa continua de bosque se volvió más fragmentado. Este creó barreras para el flujo de genes y el movimiento de los animales desde una parte del bosque a lo que solía ser el bosque adyacente".

Con un bosque roto, se produjo una inhibición del flujo de genes a través del tiempo que dio lugar a la especiación, o el establecimiento de nuevas especies, según el investigador de la Universidad de Kansas.

"Los animales separados se convierten en diferentes especies al cabo de millones de años", dijo Beard."A medida que el clima oscila de nuevo, tienes diferentes especies de Apidium. Como los bosques se expanden y contraen, se entabló una competencia entre especies, y creemos que es lo que estamos viendo en este Apidium libio, relacionado con otras conocidas en Egipto", explicó.

Beard explicó que este primate antropoide debió ser físicamente similar a los monos ardilla de América del Sur. "Era un mono arbóreo muy activo, un muy buen saltador”.

martes, 24 de noviembre de 2015

El Cuento del Antepasado

Este gif, parece estar inspirado en el libro de Richard Dawkins, “El cuento del antepasado”



Wallace y Darwin: un pacto por la Evolución

El aniversario de la teoría de la evolución suele celebrarse el 24 de noviembre, día en el que Darwin publicó su libro “El origen de las especies” (1859). Sin embargo, esta visión de la historia obvia una fecha aún más importante para entender cómo se gestó la teoría de la evolución. El 1 de julio de 1858, en la Sociedad Linneana de Londres se presentó un resumen de una teoría de la selección natural; sus autores eran Charles Darwin y Alfred Russel Wallace, y con ella explicaban la evolución de las especies. Ese día nacieron la biología y el evolucionismo modernos.

La evolución no fue una ocurrencia genial y solitaria de Darwin. La idea llevaba casi un siglo flotando en el ambiente científico. Linneo, Lamark, Erasmus Darwin (abuelo de Charles) y otros grandes científicos habían teorizado acerca de lo que por entonces se llamaba transmutación de las especies. Pero la sociedad victoriana rechazaba esa y otras ideas revolucionarias, que sugerían explicaciones no teológicas para la disposición de los continentes, la naturaleza del intelecto humano o los orígenes mismos de la vida.

Retrato de Charles Darwin (alrededor de 1859). Crédito: Maull and Fox

A la conclusión de su célebre viaje en el Beagle, en octubre de 1836, el joven Charles Darwin (1809-1882) fue acogido por esa élite científica victoriana. Por aquel entonces ya tenía bastante clara su teoría de la evolución, y sabía las ampollas que levantaría. Ese temor fue una de las claves que retrasó la publicación de la teoría. Tuvieron que pasar más de 20 años hasta que en junio de 1858, un Darwin ya en la madurez recibió una carta de Alfred Russel Wallace (1823-1913). Aquel joven, que estaba en medio de una expedición naturalista en el archipiélago malayo, había llegado de manera independiente a la misma conclusión: la selección natural como mecanismo que determina la adaptación y especiación de los seres vivos, al margen de la influencia divina. Un Wallace, humilde y casi ingenuo escribió a Darwin entonces para que le diera su opinión y, si lo veía pertinente, enviara el resumen de sus ideas al eminente geólogo Charles Lyell.

Darwin, hasta entonces reticente a publicar su teoría, se decidió a hacerlo. Así, él y su círculo de científicos allegados organizaron un documento conjunto para ser leído en la siguiente reunión de la Sociedad Linneana, aunque ninguno de los dos pudo asistir. Wallace estaba todavía en Malasia y Darwin estaba de luto, por la muerte de su hijo de 19 meses de edad tan solo tres días antes.}

Retrato de Alfred Russel Wallace (alrededor de 1863). Crédito: National Portrait Gallery

Aquél día marca un antes y un después en la historia de la biología. Pero el artículo conjunto de Darwin y Wallace no causó una sensación inmediata. El propio Wallace se enteró de ello mucho después, cuando “El origen de las especies” ya había sido publicado y se había desatado el esperado escándalo. Pero lejos de considerar que el más famoso y veterano naturalista se había apropiado de su idea, Wallace fue uno de los grandes defensores de las ideas de Darwin. Tanto es así que en los años 1930, cuando resurgieron las ideas de la evolución con la fuerza que hoy poseen, “Darwinismo” (1889) escrito por el propio Wallace era la versión más reciente y completa escrita sobre el evolucionismo y el título de referencia.

Las circunstancias de la época y la idiosincrasia personal de cada uno hicieron que Darwin pasara a la historia por la puerta grande y que, en cambio, el nombre de Alfred Russel Wallace no figure en los libros de primaria, ni en placas en calles, parques y plazas. No, por lo menos, hasta el día de hoy.

Es archiconocido cómo Charles Darwin intuyó la idea de la selección natural tras examinar las diferentes especies de pinzones de las islas Galápagos, recogidos en una escala del viaje del Beagle. Reivindicamos aquí a Wallace, contando cómo llegó por su cuenta a la misma idea:

Con la excusa de la recolección de especímenes para los coleccionistas de Inglaterra, Wallace pasó 8 años en lo que sería uno de los mayores viajes de descubrimiento del siglo XIX. Primero dio cuenta de las extrañas subespecies de origen asiático de las islas más occidentales del archipiélago malayo; luego, de su ausencia en las islas orientales, donde sin embargo aparecen extrañas especies de origen australiano. Intuyó así dos familias de animales pertenecientes a dos continentes bien diferenciados separados por fosas marinas (la llamada línea de Wallace) que, de hecho estuvieron en su día unidos a lo que ahora son cientos de islas aisladas. Intuyó también que este aislamiento había diferenciado a las especies. Y además, ante la inmensa cantidad de estas catalogadas, observó una continuidad entre todas ellas, un parentesco. Dedujo así no solo una teoría de la evolución, sino los mecanismos y efectos que la rigen y, lo que es más, la enmarcó dentro de una nueva manera de entender la geografía: Wallace es el padre de la biogeografía. Y eso nadie se lo disputa.

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“Se discute la teoría de la evolución por ignorancia”, entrevista a Francisco José Ayala

Licenciado en Teología y en Física, tras colgar el hábito se marchó en 1961 a Estados Unidos para estudiar con Theodosius Dobzhansky, uno de los genetistas más relevantes de la época y del que fue íntimo amigo (“murió en mi coche, camino del hospital”). Hoy, Francisco José Ayala dirige el departamento de Biología Evolutiva de la Universidad de California (Irvine). Y sus contribuciones han sido clave, entre otras cosas, para entender el llamado reloj molecular, el mecanismo biológico que permite comprobar lo alejadas que están dos especies.

Usted cursó el bachillerato en el Madrid de los años cuarenta, en el colegio de los escolapios, y decidió estudiar Teología con los dominicos en Salamanca. ¿Cómo se llega desde ahí hasta la Física? En realidad no llego de una a otra, las hice al mismo tiempo. Tenía interés en la religión, así que entré en los dominicos, en Salamanca, pero al mismo tiempo estaba matriculado por libre en Físicas en la Complutense.

Pero terminó como biólogo. Entonces ocurrió una cosa interesante y decisiva en mi vida: en primero de carrera tenía una asignatura de Biología y había que hacer prácticas. Encontré en Salamanca a un profesor de Genética, Fernando Galán, que estaba dispuesto a que yo hiciera las prácticas en su laboratorio. Y allí, investigando con la Drosophila [la mosca del vinagre], me aficioné a la genética. También por entonces leí a Teilhard de Chardin, con lo que me interesé en la evolución, aunque hoy creo que aquello, más que ciencia, era poesía, literatura.

Y entonces abandonó la orden. Sí, lo había decidido antes, pero me convencieron para que terminara la licenciatura en Teología, me ordenara sacerdote y luego ya veríamos. Supongo que pensaban que me quedaría, pero, tras licenciarme y ordenarme, me fui. Había decidido que quería hacer un doctorado en Biología.

¿Es impertinente preguntar si cree o no en Dios? No, no lo es, pero no respondo nunca. Si dijera que sí, algunos dirían: “Claro, por eso dice lo que dice”. Si respondo que no, lo mismo, así que prefiero no responder.

¿Cómo llegó a estudiar con Theodosius Dobzhansky, el genetista más influyente del mundo en ese momento? Gracias a Fernando Galán, el profesor que me había dejado hacer experimentos en su laboratorio, y a su maestro, Antonio de Zulueta, que me convencieron de que saliera de España para hacer el doctorado. Zulueta, el genetista más importante de España en los años treinta, había estudiado en California con Thomas H. Morgan, que era entonces el más reconocido del mundo, y en su laboratorio había coincidido con Dobzhansky y se habían hecho amigos. Zulueta le escribió para que me aceptara como estudiante de doctorado y aceptó incluso antes de saber el tema. Se fiaba mucho de Zulueta. Así llegué a Estados Unidos en 1961.

¿Fue ya con la idea de quedarse o de volver? Yo tenía intención de hacer el doctorado y volver, pero Dobzhansky me ofreció, al terminar el doctorado en la Universidad de Columbia, en 1964, que me fuera con él a la Universidad Rockefeller, donde acababan de darle un puesto. La Universidad Rockefeller tenía entonces 250 profesores, entre ellos 12 premios Nobel, y 50 alumnos. No era comparable con España, era de una distinción fabulosa. Primero me ofrecieron un contrato como posdoctoral y luego me buscaron una plaza de profesor ayudante.

Y de ahí marchó a la Universidad Davis, en California. Sí, en 1970. Para entonces ya me había casado, tenía un hijo y esperábamos otro, y buscamos un sitio mejor para educarlos, porque en aquella parte de Nueva York –yo vivía en la calle 59, junto a Central Park– no había colegios adecuados. Entonces me ofrecieron, sin pedirlo –en eso he tenido mucha suerte, siempre me han llegado las cosas sin buscarlas–, un laboratorio en Davis, donde estaban montando un gran centro de genética de poblaciones, algo que me interesaba mucho. Davis era el sitio ideal para vivir con los niños, así que nos trasladamos. Era una ciudad muy aburrida, lo sigue siendo; teníamos que ir a San Francisco para ir a cenar a un buen restaurante o a la ópera.

Y allí también se fue con Dobzhansky. Justo entonces Dobzhansky se jubilaba, porque era obligatorio hacerlo a los 70, afortunadamente ya no, así que dije que muy bien, que iba, pero que llevaba de adjunto a Dobzhansky, de quien para entonces era muy amigo. Nunca me ha querido nadie en el mundo tanto como allí cuando dije eso, que llevaba a la persona más distinguida en el campo de genética de la evolución. Cinco años después Dobzhansky murió en mi coche, mientras le llevaba al hospital tras un ataque al corazón.

Además de investigar y publicar mucho, usted ha formado parte de muchos comités, incluso ha presidido la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, la unión de científicos más importante del mundo. También empecé en eso con Dobzhansky, que odiaba la burocracia y los papeles, mientras que a mí también me ha interesado la administración de la investigación. Relativamente joven, a los cuarenta y pocos, me eligieron para formar parte de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, cuando allí no había muchos expertos en evolución. Cuando los chicos ya se fueron a otras universidades, nos mudamos a la de Irvine, en California, donde sigo en la actualidad, porque me atraía la gestión y la idea de crear un departamento desde cero.

Desde la Academia de Ciencias participó en el comienzo del Proyecto Genoma Humano. Más o menos entonces me habían elegido miembro de la Academia Nacional de Ciencias, con unos 45 años, muy joven para lo habitual, probablemente porque no había muchos evolucionistas. Yo empecé a desempeñar un papel importante al ser el director de la sección de Biología. La Academia hace muchos informes por encargo del Gobierno, de quien es asesor desde los tiempos en que se creó, con Lincoln. Cada año se publican entre 150 y 200 estudios, y son de todo tipo. Una de las cosas que se plantearon fue secuenciar el genoma, pero no sabíamos cómo hacerlo. A mediados de los ochenta empezó a haber métodos de secuenciación y se pensó en hacerlo, y se preguntó a la Academia si se debía hacer, y nuestro comité dijo que sí, que se hiciera. Se calculó que se tardarían 15 años y que costaría unos 3.000 millones de dólares. Luego se terminó dos años antes y con menor coste.

¿Hubo exceso de optimismo con el proyecto pensando que serviría para curar todo? Sí, cierta ingenuidad. Se decía que, al tener el genoma secuenciado, sabríamos lo que somos. Yo ya lo criticaba, la persona es más que eso. Hemos aprendido algunos párrafos aquí o allí, alguna palabra. Tenemos 500 volúmenes del tamaño del Quijote, pero no entendemos el idioma aunque conozcamos las letras.

De hecho se anunció con gran bombo que se había descifrado y no sabíamos cuántos genes había. Y no lo sabemos todavía.

¿No hubo un exceso de operación de relaciones públicas, lo que generó demasiadas expectativas? Sí, lo hubo, y en cierto sentido no es malo, permite generar fondos y puestos de investigación. Y quizá en ciertos niveles sí se generaron esas expectativas excesivas, pero se cumplieron en otros.

El premio Nobel James Watson, quien junto a Crick propuso en 1953 la estructura de doble hélice para la molécula del ADN, alentaba esas expectativas. Yo escribí también entonces contra Watson y otros optimistas, aunque tenían menos imagen pública. Lo que pasó como resultado de la investigación del genoma, que ni yo ni nadie anticipamos, es que contribuyó a generar unas tecnologías que ahora nos permiten manipular el ADN y hacer muchas otras cosas. Hoy día podemos secuenciar el genoma de un individuo en una semana por unos 10.000 dólares.

¿Tiene alguna utilidad esa secuenciación? Creo que se hace mayoritariamente por vanidad, por decir “tengo mi genoma secuenciado”. A veces sí es útil para buscar algún defecto hereditario serio, pero para eso no hace falta secuenciar todo el genoma, solo la zona en la que se sabe que estarían esos genes.

¿Cómo van los avances en terapia? La terapia es otra cosa, pero para algunas enfermedades ya hay, como para la corea de Huntington [una enfermedad neurológica grave], que no se manifiesta hasta los 40 o 45 años, pero que se puede conocer y tratar de antemano. Otras enfermedades, como la fenilcetonuria, también se tratan bien, aunque con terapias convencionales. Y hay un caso interesante, la anemia falciforme, que afecta a los glóbulos rojos y puede ser letal si la tienen los dos progenitores y se hereda de ambos, pero que protege contra la malaria si se tiene solo uno de los genes. Se puede tratar extrayendo células madre de la espina dorsal e introduciendo en ellas el gen sano con la tecnología que ahora tenemos y reimplantándolas en el individuo. Conseguimos éxito en suficientes células como para que muchos glóbulos rojos sean normales y el individuo pueda sobrevivir.

¿Y la curación en células germinales? Eso sería lo ideal, corregir el problema en las células germinales, en los óvulos y en el esperma. Si se corrige ahí, lo engendrado no tiene el defecto, pero no tenemos la técnica todavía. Se tendrá en 4, 10, 20 años…, no se sabe cuándo, pero llegará.

Desde hace bastante, la evolución es una teoría más allá de toda duda. ¿Por qué sigue siendo tan discutida? Por prejuicios e ignorancia. Hay estadísticas chocantes que dicen que si se coge a un grupo de una iglesia y se les pregunta si aceptan la evolución, el 70% u 80% dicen que no; y si se hace la prueba de decirles que hay evidencia científica contundente de que es un hecho, todavía un 50% responde que no, porque creen que va contra su fe religiosa. Y no tiene por qué ir.

¿Fue una cura de humildad saber que solo tenemos 20.000 genes, poco más del doble que un gusano? Eso fue una sorpresa para mucha gente. Primero se pensó que teníamos millones de genes; luego, que unos 50.000, y ahora se cree que unos 20.000. Sabemos que hay parte de genoma que desempeña un papel en la herencia aunque no esté codificando proteínas. Si se quiere llamar humildad, puede ser. Ahora entendemos que es más complejo de lo que se pensaba.

¿Qué nos falta por saber? Más de lo que nos faltaba hace 50 años. El conocimiento científico es como una isla y ahí está todo lo que sabemos. El océano es lo que no sabemos; y no podemos preguntarle al océano, solo podemos investigar en la orilla, en los bordes de la isla. Si aumenta el perímetro de la isla, aumenta el conocimiento, pero también lo que no sabemos. Podemos hacer más preguntas, así que hay más cosas que no sabemos.

Usted atribuye un papel importante en la evolución humana de la inteligencia a la ovulación críptica, es decir, a que no sea evidente cuándo las mujeres son fértiles. ¿Por qué? Creo que la formación de sociedades complejas se debe, a mi juicio, además de a otros factores, a la ovulación críptica. Cuando una chimpancé o una gorila tienen el estro, los órganos genitales se hinchan y adquieren un color vivo, anuncia “soy fértil”. Entonces el macho se aparea y luego se va a buscar a otra hembra, porque es lo mejor desde el punto de vista evolutivo. Si no se sabe cuándo se produce la ovulación, eso da lugar a la familia nuclear, en la que el macho se queda porque no está seguro de haber fertilizado con sus genes a la hembra, y es el origen de la vida social. Estructuras sociales más y más complejas que requieren también más inteligencia.

¿Qué opina de las teorías del primatólogo Frans de Waal y otros sobre la moralidad como una característica biológica anterior y común en los primates? De Waal no se cree mucho de lo que dice, me parece. Sus experimentos no están bien hechos, y otros experimentos parecidos han dado otros resultados. No hay moral animal, porque para que haya moral, uno tiene que anticipar las consecuencias de los actos. Ser moral es juzgar una acción como buena o mala, y eso solo se puede hacer en función de las consecuencias. Apretar el gatillo es una acción moral solo si sé que la bala matará a mi enemigo. No hay moralidad animal, en esto soy muy extremo, como tampoco creo que los animales tengan conciencia de que existen como individuos.

¿Qué opina de la clonación humana? No se podrá nunca clonar a personas. Se pueden clonar los genes, pero siempre será una persona distinta; para que saliera Francisco Ayala de nuevo habría que poner los genes en un óvulo fecundado en el seno de mi madre y tendría que tener las mismas experiencias, amigos, colegios y todo igual que yo. La persona es la consecuencia de todas las experiencias, no solo los genes. Pero el antideterminismo extremo, decir que los genes no hacen nada, también es erróneo.

Usted ve España desde lejos y desde cerca. ¿Qué opina de la política científica que se hace en nuestro país? La política científica actual en España es un desastre. La ciencia, cuando yo era estudiante, estaba muy mal y cambió mucho tras el Gobierno socialista, lo digo porque fue como fue: la manera de pensar de ese Gobierno era más procientífica. La producción científica aumentó en la década de los ochenta: en revistas de primera categoría, por un factor de cinco, y el número de citas en artículos, un 17%. Parte de lo que pasó es que la inversión entonces creció del 0,45% a cerca del 1% para el año 1989. En ese momento se pretendía llegar al 2%, pero luego hay una crisis económica, un cambio de Gobierno, y España se queda en el 1%. Subió al 1,4% y ha bajado de nuevo, así que estamos donde estábamos en 1989 y muy por debajo de la media europea y de los países más avanzados.

¿Cómo podemos cambiar el paso para hacer cierto eso del cambio de modelo? No hay convicción ni en el público ni en las personas de gobierno, los legisladores. No hay convicción de que la ciencia paga. Cuando George W. Bush quiso cortar el presupuesto de ciencia, los de su partido le dijeron que no. Se sabe que el 50% del aumento económico de Estados Unidos desde la guerra mundial se debe a descubrimientos científicos hechos tras la guerra. Eso allí se entiende y aquí no.

Este año ya ha publicado dos nuevos libros en España. ¿Qué importancia le concede al papel de los investigadores como divulgadores? Hay tres más en camino. Unos científicos tienen que hacer ciencia; otros, enseñar en las escuelas, y otros, trabajar en divulgación. Pero en este sentido los periodistas son más importantes porque pueden desempeñar el papel clave. La prensa española publica muy poco sobre ciencia.


Se ha levantado (en España) una polémica a causa de un niño enfermo de difteria al que sus padres no quisieron vacunar y finalmente ha fallecido. ¿Qué le parece? Tan anticientífico como ir contra la evolución por creer en Adán y Eva. Una barbaridad. Si se empieza a dejar de aplicar vacunas, habrá tremendas epidemias. Si no hubiera vacunas, las personas vivirían en promedio 30 años menos. La prueba de las vacunas es tan convincente y definitiva que es absurdo que haya gente inteligente que lo niegue, y los que lo niegan es porque no se han tomado la molestia de saber qué son.

Las curiosas ilustraciones que decoran el manuscrito de El Origen de las Especies

Fuente


Un pez con paraguas haciendo un “photobom” - Foto: Cortesía del Museo de Historia Natural de Nueva York y la Universidad de Cambridge

Un pez con paraguas y soldados montados sobre zanahorias y berenjenas son algunos de los dibujos que los hijos de Darwin pintaron en las páginas de “El origen de las especies”. El Museo de Historia Natural de Nueva York ha digitalizado estos curiosos garabatos incluidos entre las 45 hojas que se conservan del manuscrito original de la obra.

“Las hadas de la montaña” cuenta la historia de Polytax y Short Shanks, dos criaturas fantásticas que responden a la denominación del título. Ambas han perdido sus alas porque otra de su misma clase, pero de carácter malvado, se las ha cortado, y viajan de la luna al sol a través de un rayo de luz.

En la estrella, los dos personajes se encuentran con diferentes animales y plantas que se han adaptado a su entorno con peculiares características: “Los árboles no tienen hojas porque hace demasiado calor. Los pájaros tienen pelo en vez de plumas. Las flores tienen plumas en vez de pétalos y dentro de sus flores había pequeñas caras sonrientes”. Así describe uno de los hijos de Charles Darwin el escenario salido de su imaginación.

La historia no forma parte de un libro de relatos infantiles, sino que se incluye entre las hojas del manuscrito original de “El origen de las especies” (1859), la obra más conocida del científico inglés.

Cortesía del Museo de Historia Natural de Nueva York y la Universidad de Cambridge

Gran parte de este y otros trabajos que Darwin elaboró entre 1835 y 1882 (el tiempo que tardó en dilucidar su teoría de la evolución) están disponibles en formato digital en la web del Proyecto de los Manuscritos de Darwin.

La iniciativa, lanzada a finales del año pasado, es un esfuerzo conjunto del Museo de Historia Natural de Nueva York y la Universidad de Cambridge, en cuya biblioteca se encuentran los documentos en papel. Actualmente, la colección digital cuenta con 96.000 páginas, de las 600 que engloban “Sobre el origen de las especies” en su versión original, solo se conservan 45.

Además del primer garabato darwiniano del árbol de la vida, el manuscrito alberga en el reverso de algunas de sus hojas otros bocetos únicos: los de sus hijos. Junto con ellos, en esta especie de “cara B” infantil se encuentran también historias fantásticas como la que da comienzo al artículo y que suman un total de 111 imágenes y notas diseminadas entre los apuntes.

Cortesía del Museo de Historia Natural de Nueva York y la Universidad de Cambridge

Las pinturas y cuentos corresponden a principios de la década de 1840. En 1842, seis años después de volver de su viaje a bordo del HMS Beagle, Darwin se mudaba con su esposa Emma y sus dos retoños a una casa (conocida como Down House) en la campiña inglesa.

Allí, el naturalista terminó el libro que ha marcado un antes y un después en la biología: “El origen de las especies mediante la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha de la vida”, como reza el título original. En su nuevo hogar tuvieron también al resto de su descendencia: Emma dio a luz a diez hijos en total, aunque solo siete llegaron a la edad adulta.

Por aquel entonces, el papel no era un bien tan accesible como ahora, así que una vez enviada una copia del manuscrito a su editor, Darwin convirtió las páginas originales en hojas “en sucio” donde los pequeños podían pintar a sus anchas.

Cortesía del Museo de Historia Natural de Nueva York y la Universidad de Cambridge

En la sección dedicada a “La batalla entre frutas y verduras” se incluyen representaciones de soldados a pie o cabalgando sobre zanahorias y berenjenas. También trazaban y coloreaban la silueta de pájaros y mariposas y simpáticos peces con paraguas.

Los dibujos están hechos con lápices, tinta y acuarelas y representan mundos reales y ficticios, muchas veces relacionados con el trabajo de su padre. No en vano Darwin les permitía participar en sus investigaciones, recolectando para él insectos y plantas.

No se sabe con certeza cuáles de sus hijos fueron los artistas, pero al menos tres de ellos firman algunas de las obras: Francis, que se convirtió posteriormente en botánico, George, futuro matemático y astrónomo, y Horacio, que llegó a ser ingeniero. Un legado pictórico, reflejo de la cara más humana y familiar de Darwin, que también merece la pena conservar.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Australophoca changorum, nueva pinnípedo fósil para el Cenozoico de Chile

Fuente: Una nueva foca fósil paraChile: Australophoca changorum. Nota de David Rubilar, Jefe del área de Paleontología para el FanPage del MNHN.

Los pinnípedos son mamíferos marinos que incluyen a los lobos y leones marinos, focas y morsas. Éstos se caracterizan, en general, por tener las extremidades transformadas en aletas y pasar gran pasar gran parte de su vida en el mar. Específicamente, en la costa oeste del continente sudamericano, incluyendo gran parte de la costa chilena, es posible encontrar lobos y leones marinos. Por otro lado, las focas se distribuyen en el extremo austral del Hemisferio Sur, siendo posible reconocer algunas especies en extremo sur del país.


Sin embargo, el registro fósil demuestra que este panorama fue distinto en el pasado. Así, en el lapso de 11 y 3 millones de años atrás, la costa oeste de América del Sur estuvo habitada por focas, habiéndose descrito hasta el momento unas pocas especies extintas en Chile y Perú. Todas ellas caracterizadas por tener un tamaño corporal entre medio y grande (de unos 2 a 5 metros). En este contexto, han sido cruciales las unidades geológicas fosilíferas como la Formación Pisco y Bahía Inglesa, ubicadas en el sur de Perú y norte de Chile respectivamente. Ambas unidades se caracterizan por la abundancia de restos fósiles de vertebrados marinos tales como cetáceos, pinnípedos, sirenios, aves, cocodrilos, tiburones, entre otros con una edad va desde el Mioceno medio al Plioceno tardío, es decir, un rango de tiempo que abarca desde los 23 a los 3 millones de años. Así, ambas unidades entregan interesantes antecedentes para entender cómo eran la fauna de pinnípedos (y otros vertebrados marinos) en este momento crucial de la historia del planeta.

Recientes estudios realizados por voluntarios del Área de paleontología del MNHN, junto con integrantes de la Universidad de Chile, el Smithsonian Institution y el Consejo de Monumentos Nacionales, han resultado en el descubrimiento de una nueva especie de foca, la cual se caracteriza por poseer un tamaño corporal muy pequeño (a pesar de ser adulto) que puede ser comparado con las especies más pequeñas de focas actuales (restringidas al hemisferio norte). El nombre de esta nueva especie es Australophoca changorum, hace referencia a su hallazgo en el hemisferio sur y a los Changos, los cuales son un grupo étnico que se caracterizaban por ser un pueblo dedicado a la pesca y cuya extensión geográfica es estimada desde la Región de Atacama hasta el sur de Perú. Australophoca da nuevas luces sobre la diversidad (tanto morfológica como taxonómica) y evolución de las focas en el Pacífico Sur. Por otro lado entrega indicios de cómo cambios abióticos, como por ejemplo cambios de corrientes y climáticos podrían haber afectado el establecimiento de los actuales patrones de distribución de los pinnípedos.

Referencia (enlace al Paper)




Análisis dentales del Homo Floresiensis podrían revelar su verdadero origen




Investigadores japoneses creen que los Homo Floresiensis "hobbit", cuya característica más representativa es su apenas metro de altura, provienen de los Homo erectus, pero menguaron de tamaño después de quedar atrapados en la isla de Flores en Indonesia a raíz posiblemente de un desastre natural. Eh hecho se pudo deber al "efecto isla" o "enanismo insular", que ocurre cuando una población evoluciona en un entorno limitado. Se han basado en la comparación de los 40 dientes conocidos de Homo floresiensis, con 490 piezas dentales de seres humanos modernos de Asia, Oceanía, África y Europa, así como de una variedad de homínidos extintos, como el Homo habilis.

Los expertos han llegado a la conclusión tras realizar el primer análisis detallado de los dientes de los miembros de la especie. El líder del proyecto, Yousuke Kaifu del Museo Nacional de Naturaleza y Ciencia en Tokio, explicó a Discovery News que, en su opinión, "los primeros humanos modernos podían haberse entremezclado con el Homo erectus asiático a pequeña escala". A su juicio, existe la posibilidad de que entre las poblaciones humanas modernas haya descendientes de los "hobbit".

Los restos hallados en 2003 en la caverna de Liang Bua, en la citada isla, pertenecían a un adulto de tan solo un metro de altura. La especie fue denominada Homo floresiensis y más tarde fue apodada como 'hobbit'.

La nueva hipótesis se une a varias otras. Por otro lado, varios antropólogos pensaron que se trataba del representante de una especie antigua de homínido que vivió hace entre 95.000 y 12.000 años. Otro punto de vista alternativo defiende que los restos pertenecen a un Homo sapiens, pero con anomalías anatómicas.

Ahora, el análisis de los dientes hallados del "Hobbit" sugieren que pertenecía a una especie única en lugar de un humano moderno con un trastorno del crecimiento. La nueva investigación también sugiere que ser un ancestro directo de los humanos modernos, al haberse mezclado con otras especies como el Homo erectus.

Los investigadores encontraron dientes hobbit eran tan pequeños como los de los humanos modernos cortos. Sin embargo, otras características de estos dientes parecían completamente diferentes a las de los humanos modernos.

Los dientes hobbit muestran un mosaico único de rasgos primitivos vistos en los primeros homínidos mezclados con rasgos más avanzados que se ven en homínidos posteriores. Por ejemplo, el canino y los premolares presentan rasgos primitivos, mientras que los molares parecen avanzados, o como si hubieran persistido en la evolución al Homo sapiens, dijeron los científicos.

Estos resultados contradicen las afirmaciones anteriores de que los hobbits poseían dientes iguales por completo a los de humanos modernos.

Los investigadores encontraron que las características dentales primitivas del "hobbit" son más similares a los especímenes de Homo erectus, el antepasado más antiguo indiscutible de los humanos modernos, hallados en la isla indonesia de Java. Sin embargo, el H. erectus era casi tan alto como los humanos modernos. Los científicos sugieren que en las islas aisladas, los antepasados ​​de los "hobbit" pudieron estar sometidos a un "enanismo dramático", sus cuerpos se reducirían desde los 5,4 pies (1,65 m) a 3,6 pies (1,1 m), y sus cerebros desde la 52 pulgadas cúbicas (860 centímetros cúbicos) a 26 pulgadas cúbicas (426 cm cúbicos).

"Para mí, este trabajo cambiará el rumbo sobre la cuestión del origen evolutivo de H. floresiensis", dice el autor principal del estudio Yousuke Kaifu, paleoantropólogo del Museo Nacional de Japón de la Naturaleza y la Ciencia en Tokio.

En general, mientras que el linaje humano evolucionó hacia cuerpos y cerebros más grandes, el aislamiento motivó que en el hobbit se pudo revertir sustancialmente esta tendencia evolutiva, dijo Kaifu.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Los perros (y gatos) asilvestrados siguen amenazando la fauna nativa

Un pudú fue rescatado ayer en el sector de Los Copihues, a orillas del río Itata en la comuna de Trehuaco, región del Biobio, Chile.

Se trata de un ejemplar hembra que fue visto por vecinos quienes alertaron a funcionarios municipales de la presencia del animal, que era perseguido por perros al momento de su hallazgo.

“Estaba agitado, tenía algunas lesiones en la nariz y su cuerpo, pero afortunadamente no lograron alcanzarlo los perros. Hicimos un examen clínico, estaba bajo mucho estrés, por lo que fue ingresado a un recinto cerrado”, comentó el médico veterinario del municipio, Armando Aranela.

El ejemplar luego fue trasladado hasta la Universidad de Concepción, donde será examinado y trasladado finalmente a su hábitat natural.

El Pudú (Pudu puda) es una especie nativa que se encuentra en peligro de extinción y protegida.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Revelando la identidad de la laucha de pelo largo (Abrothrix longipilis castaneus) de Isla Mocha

Fuente: Nota preparada por Jhoann Canto, Curador del Área de Zoología del MNHN, que nos cuenta sobre los roedores de Isla Mocha, publicada originalmente el en FanPage del MNHN

Los roedores representan sobre las 2.000 especies a nivel planetario. En Chile se han reconocido unas 65 especies hasta hoy. En el contexto de investigar nuevas especies en localidades poco estudiadas, investigadores del Área de Zoología del Museo Nacional de Historia Natural viajaron durante los primeros días de noviembre hasta la isla Mocha, frente a la Región del Biobío.

El objetivo es determinar si la laucha de pelo largo presente en la isla es especie plena (propia) o una subespecie como actualmente se la considera. Esto es de gran importancia, ya que identificar el estatus taxonómico permitirá definir en qué nivel de conservación debería ser enmarcada.

La laucha de pelo largo (en la fotografía) es una especie llamada Abrothrix longipilis (en adelante A.l.) que actualmente reúne a ocho subespecies en Chile: A.l.longipilis, A.l. hirta, A. l. apta,   A.l. suffusa, A.l. moerens, A.l. nubila, A.l. francei y A.l. castaneus, que se distribuye desde el límite entre la Región de Atacama y Coquimbo hasta un poco al sur de Temuco. (Muñoz-Pedreros y Gil 2009).

El trabajo de campo desarrollado con el valioso apoyo de los funcionarios de CONAF (Guillermo Reyes, Jaime Herrera, Francisco Astete, Fernado Gonzalez y Julio Herrera) de la administración de Cañete y de isla Mocha permitió obtener las muestras necesarias para la realización de estudios morfológicos y moleculares que actualmente están en proceso en el MNHN. Dentro de los próximos meses sabremos la identidad de este roedor nativo y podremos conocer si se trata de una especie propiamente tal.

Referencia:

  • Muñoz-Pedreros, A. y C. Gil. Roedores. En: Mamíferos de Chile. Muñoz-Pedreros, A. y J. Yáñez Eds. CEA Ediciones, Valdivia, Chile 569 p.

martes, 17 de noviembre de 2015

Haramiyavia clemmenseni, revela la diversificación de los mamíferos en el Triásico


Un nuevo análisis de la mandíbula de Haramiyavia clemmenseni, uno de los proto-mamíferos más antiguos conocidos, aclara la cronología de la evolución temprana de los mamíferos.

A través de la tomografía computarizada (TC) de alta resolución, científicos de la Universidad de Chicago, la Universidad de Harvard y la Universidad de Brown, en Estados Unidos, pudieron examinar el espécimen Haramiyavia en un detalle sin precedentes.

El análisis reveló dientes complejos y movimientos de masticación adaptados para una dieta herbívora, lo que indica diversas adaptaciones de alimentación que evolucionaron temprano entre linajes de proto-mamíferos. Pero las estructuras primitivas de su mandíbula, relacionada con un oído medio primitivo, sugieren que Haramiyavia y sus parientes no eran mamíferos y en su lugar ocupaban una posición más ancestral en el árbol evolutivo de los mamíferos.

Los resultados, publicados este lunes en Proceedings of the National Academy of Sciences, arrojan luz sobre los esfuerzos realizados con exactitud hasta la fecha del periodo en el que los principales grupos de mamíferos evolucionaron primero.

El estudio confirma sugerencias anteriores de que la diversificación de mamíferos se produjo en el Jurásico hace alrededor de 175 millones de años, más de 30 millones de años después de que Haramiyavia y otros precursores de los mamíferos se diversificaran en el Triásico.

"Este fósil es un representante único de una época muy importante en la evolución de los mamíferos; el ecosistema de todo el mundo cambió a medida que el Triásico dio paso al Jurásico”, dice el autor principal del estudio Neil Shubin, profesor de Biología de Organismos y Anatomía de la Universidad de Chicago.

Cuando nos fijamos en la totalidad de la mandíbula de Haramiyavia y sus características primitivas, está claro que este grupo se sentó en la base del árbol genealógico de los mamíferos, de la misma forma en que Tiktaalik rosea se sentó en la base del árbol tetrápodos".

Los haramíyidos son uno de los primeros linajes de proto-mamíferos, que surge en el período Triásico hace unos 210 millones de años. Conocidos sólo a través de dientes aislados, eran en gran parte misteriosos hasta el descubrimiento de la mandíbula muy bien conservado de Haramiyavia (con molares intactos, mandíbulas casi completas y huesos esqueléticos postcraneanos) en Groenlandia en 1995 por un equipo que incluye a Shubin, Stephen Gatesy, profesor de Biología en la Universidad de Brown, y el fallecido Farish Jenkins, que fue profesor de Zoología en la Universidad de Harvard.

Pieza clave

"Como el más antiguo haramíyido conocido, Haramiyavia es la pieza clave de evidencia de las inferencias acerca de la cronología de la evolución temprana de los mamíferos", afirma el coautor del estudio Zhe-Xi Luo, profesor de Biología de Organismos y Anatomía en la Universidad de Chicago.

El análisis inicial de Haramiyavia se basó en una laboriosa preparación manual por el fallecido William Amaral, que fue preparador de fósiles en la Universidad de Harvard, y una parte significativa de los fósiles no fueron plenamente descritos.

Esta brecha en el conocimiento condujo a un debate sobre la forma en la que evolución el árbol de los mamíferos. Por ello, Shubin, Gatesy y Luo, reexaminaron la totalidad de la muestra de Haramiyavia utilizando un conjunto de herramientas tecnológicas modernas, incluyendo tomografía computarizada (TC) de alta resolución de y la reconstrucción en 3D. Junto con la documentación exhaustiva de la preparación inicial de los fósiles, el equipo fue capaz de describir a Haramiyavia en un detalle sin precedentes.

El equipo encontró muchas estructuras primitivas en la mandíbula, incluyendo un canal postdentario que está conectado a un oído medio primitivo. Esta fue una fuerte evidencia de que Haramiyavia no estaba relacionado con otros mamíferos en el grupo corona --en particular, los multituberculados, un grupo de mamíferos tempranos que previamente se ha pensado que están estrechamente relacionados con los haramíyidos.

Este hallazgo pone a Haramiyavia y todos los demás miembros del linaje de los haramíyidos en una posición más ancestral en el árbol evolutivo de los mamíferos, en una rama separada de los mamíferos. Esto reafirma los argumentos anteriores de que la explosión de la diversificación de los mamíferos modernos no se produjo en el periodo Triásico, sino muchos millones de años más tarde, en el Jurásico.

"Con la TC y otras nuevas tecnologías, podemos extraer conocimientos anatómicos que no eran posibles obtener en el pasado, lo que nos permite interpretar con mayor precisión la evolución de los mamíferos (plantea Luo). Haramiyavia establece la morfología ancestral para el grupo de los haramíyidos, que ahora pueden ser claramente colocados en la base del árbol genealógico de los mamíferos".

El equipo también creó animaciones virtuales que mostraban cómo funcionaban los dientes de Haramiyavia hace 210 millones de años. Los análisis con microscopio electrónico de barrido revelaron que Haramiyavia poseía dientes complejos que indicaban una dieta herbívora, incluyendo incisivos para cortar y molares complejos para masticar alimentos de origen vegetal. Los mamíferos herbívoros posteriores desarrollaron dientes complejos similares, a pesar de no ser descendientes directamente de los haramíyidos, un notable ejemplo de evolución convergente.

Los hábitos de alimentación hicieron de Haramiyavia el herbívoro más antiguo conocido entre los antepasados de los mamíferos y lo pusieron aparte de otros grupos tempranos de protomamíferos, que tenían dientes adaptados a dietas de insectos o basadas en gusanos. Esto sugiere que los primeros precursores de los mamíferos se diversificaron en el Triásico, en múltiples nichos ecológicos que probablemente dieron forma posterior a la evolución de los mamíferos.