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martes, 14 de julio de 2015

El microecosistema de la plantas cojín, como la Azorella compacta (Llareta o Yareta)

Las plantas cojín crean suelo y dan cobijo a cientos de especies que de otro modo no podrían sobrevivir en la alta montaña.

Muchas plantas forman cojines en forma de cúpula cuando crecen a modo de corales cerebro de las montañas. Algunas de ellas, como la llareta o yareta (Azorella compacta) que vive en el desierto de Aracama, pueden vivir hasta unos 8000 años (ver foto). Así que también se encuentran entre las plantas más longevas.

Pese a la apariencia mullida, las estructuras que forman estas plantas pueden ser bastante compactas (aunque no macizas) y tienen una función: es la forma que tiene la planta de defenderse de las duras condiciones en las que viven. Ese aspecto en forma de cúpula les protege de las temperaturas extremas, del viento y de la evaporación. Por tanto, estas plantas son muy tolerantes al estrés abiótico, como el que provocan las sequías y las bajas temperaturas.

Pero en su interior hay algo maravillo: toda una comunidad biológica compuesta de cientos de especies que sobreviven gracias a este tipo de estructuras, a salvo del viento, bajo temperaturas moderadas y con una buena humedad. Sobreviven gracias a la protección que proporciona la planta, al microambiente credo por la planta, como en el caso de la Potentilla biflora.

Dentro de esas estructuras viven desde microorganismos a animales pequeños y cada especie de planta cojín posee su propia estructura particular de cúpula que es explotada por una diferente comunidad de seres.

Igor Volkov y Irina Volkova (Universidad del Estado de Tomsk) estudiaron en las montañas Altai este tipo plantas a altura entre los 1750 y los 4000 metros. Descubrieron que la temperatura oscila mucho menos dentro de estas cúpulas. En el exterior la temperatura variaba de los 15 grados de máxima a por debajo de cero, mientras que en el interior de estas estructuras vegetales la temperatura se mantenía en unos confortables 5-7 grados.

El interior favorece la proliferación de vida microbiana, pues las hojas del interior se quedan atrapadas y son transformadas en compost por la comunidad microbiana, material que, a su vez, sirve de nutriente a la propia planta.

Así por ejemplo, el suelo que hay por debajo de la Potentilla biflora contiene 15 veces más humus que el terreno circundante y más rico en nitrógeno y fósforo. Esto favorece que otras especies vivan en el interior.

Otro equipo liderado por Yang Yang (Academia China de Ciencias en Kunming) ha estudiado este tipo de plantas en las montañas Heng Duan de la cordillera del Himalaya. Encontraron que el número de especies de plantas que viven dentro de este tipo de cúpulas es un 30% mayor que en el exterior. Especies que, en algunos casos, no podrían vivir en ese exterior.

Lo que es más, conforme la altitud es mayor y las condiciones empeoran, el número de especies en el exterior va disminuyendo, mientras que las de interior se reducen menos rápidamente.

Se ha propuesto el uso de este tipo de plantas formadora de cojines para recuperar los ecosistemas alpinos que tengan el suelo degradado. Su reimplantación produciría una cascada de efectos beneficiosos para este tipo de ecosistemas y su presencia podría ser clave para preservar la biodiversidad de este tipo de ambientes.

Referencia 

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