“Las
especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más
inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio.”
Charles Darwin,
en El origen de las especies.
De
una forma simple de vida hace 3.500 millones de años, a la gran diversidad de
seres vivos hoy en día, la evolución ha tenido, y tiene, un papel importante en
la expresión de la variabilidad de vida. Pero, ¿cuáles son los factores
evolutivos que han favorecido su generación?
Este
artículo recoge el testigo lanzado en ¿Qué es la biodiversidad?, en donde se
introduce su concepto y cómo se estudia, y se adentra en la evolución como
catalizador de esta.
Evolución
y biodiversidad
Todo
comenzó hace miles de millones de años con una forma de vida simple, un
organismo procariota, unicelular y anuclear, que luchaba por su supervivencia
en un mar incubante bajo una atmósfera primigenia reducida y casi carente de
oxígeno.
En
ese hervor primigenio, que probablemente comenzó en zonas costeras y en fosas
abisales con fumarolas gigantescas plagadas de sulfuro de hidrógeno, la vida
fue adaptándose a los cambios ambientales de su alrededor con pequeñas
variaciones que culminarían decenas de miles de años después en la actual
diversidad de seres vivos que conforman nuestro planeta.
Trasladémonos
un momento a ese instante en el tiempo en que la chispa de la vida brota para
poder tener una visión más global y adentrarnos en los procesos que han permitido,
y siguen haciendo, la generación de biodiversidad.
Biodiversidad,
microevolución y macroevolución
Como
enzimas catalizando reacciones químicas, dos factores evolutivos clave fueron y
son los responsables de actuar en la catalización de la biodiversidad: la
microevolución y la macroevolución, sin olvidar que tanto el tiempo de
evolución como la estabilidad climática son otros dos factores evolutivos
influyentes en su generación, ya que inciden sobre los primeros.
Recordemos,
por un momento, las diferentes clases de perros que existen: Mastín español,
Terrier, Pekinés, San Bernardo, Husky siberiano, Pastor alemán, el
Xoloitzcuintle… Ahora pensemos en las diferentes especies de cánidos que
habitan y han habitado en el planeta, desde los lobos -y sus variedades el
perro y el dingo-, pasando por los coyotes y los chacales, hasta los extintos
Canis apolloniensis y Canis dirus. Lo primero se trata de un proceso de
microevolución, mientras que lo segundo se trata de un proceso macroevolutivo.
Diferencias
entre microevolución y macroevolución en su papel generador de biodiversidad
La
microevolución es la que permite y fomenta la variabilidad genética de una
especie para que pueda adaptarse mejor a los cambios ambientales y a la
colonización de nuevas áreas, como pasa por ejemplo con las cepas de bacterias
resistentes a los antibióticos o las diferentes clases de Canis lupus
familiaris, pero es la macroevolución la que describe los sucesos de la
evolución orgánica a gran escala.
Por
tanto, aunque los modelos y procesos macroevolutivos surgen de los
correspondientes de la microevolución, poseen cierto grado de autonomía: la
aparición de nuevas adaptaciones y especies y las variables tasas de
especiación (generación de nuevas especies) y extinción, que se aprecian en el
registro fósil, van más allá de la fluctuación de las frecuencias alélicas de
las poblaciones, logrando que las estirpes con mayores tasas de especiación y
menores de extinción produzcan la mayor diversidad de formas. Los ecólogos
utilizan el índice de diversidad gamma para medir los fenómenos que se dan a
escalas espaciales muy amplias, que reflejan sobre todo procesos evolutivos.
En
conclusión, la riqueza de formas de vida que han conformado y conforman nuestro
planeta Tierra, desde las arqueobacterias y los dinosaurios hasta el ser
humano, es debida a la microevolución y a la macroevolución, sin olvidarnos que
el clima y el tiempo de evolución también juegan un papel importante en la
generación y el grado de la diversidad de vida, o biodiversidad.
Fuente
Evolucióny biodiversidad, por Eva Bonastre
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