Fuente: CienciaXplora por David
González Torres
En esta especie solo existen las
hembras. No practican sexo desde hace unos 40 millones de años. Su genoma fue
objeto de estudio para determinar cómo habían sobrevivido tanto tiempo. ¿Cómo se
reproducen entonces?
Rotífera bdelloidea (Adineta
vaga)
Foto: M. Shribak y I. Arkhipova, MBL
Su hábitat es la humedad. Tejas
mojadas, charcos en las grietas, musgos. Se doblan como sanguijuelas o reptan
como una simple oruga por esas aguas. Suelen tener formas diversas; las más
habituales, la de un escudo o la de una copa de vino. Solo a través de un
microscopio podríamos verle los ojos.
El animal en sí se llama Rotífera bdeloidea. Henry Baker la
bautizó en el siglo XVIII, así, insecto o animal “con ruedas”, porque parece
que tuvieran un par de ellas para desplazarse en mundo acuático. Este aspecto
evolutivo tiene su razón de ser. Hace más de 40 millones de años que no
practica sexo. Y quien domina toda la especie son las hembras, según el primer
genoma secuenciado, publicado en Nature.
No hay machos en la especie y, por
eso, su manera de reproducirse tiene entusiasmados desde hace dos siglos a los
científicos. ¿Cómo lo hacen sin sexo? Se clonan una y otra vez, como algunas
babosas, pulgas de agua o caracoles.
No en vano, su vida asexuada haría
pensar que la clonación las llevaría a duplicarse, triplicarse o quintuplicarse
sin freno, de manera exponencial. Al contrario, porque ello hace que sea plato
de gusto de hongos u otros organismos dañinos, parásitos que ejercen una
especie de función de control de natalidad.
“Los
experimentos científicos muestran lo que les sucede a las rotíferas cuando se
les permite proliferar: acaban acosadas por agentes infecciosos. La magia, sin
embargo, es que siguen entre nosotros. Sobreviven tras millones de años”,
escribe Jules Howard en su ensayo ‘Sexo en la Tierra’ (Blackie Books).
Esta amenaza es lo que las mata;
pero también lo que las mantiene vivos y en permanente evolución. Cuando se
secan las charcas o la humedad en la que habitan, los rotíferos se deshidratan
para sobrevivir a los parásitos, pero también para preparar su mutación.
Es allí cuando roban otro ADN (transferencia
genética horizontal). Cuando regresan las lluvias, su rehidratación los
resucita y las hembras se dividen en otras hembras.
Son como un zombi, un metazoo zombi
y volador, que, además, espera una racha de viento para colonizar nuevos
territorios, lejos de sus enemigos; y, por el camino, durante millones de años,
se han apropiado de ADN de otras bacterias o vegetales (de lo que tocan,
respiran o comen) para crear más de 460 linajes.
“No
está mal lo que han conseguido. Ni persiguen a sus parejas, ni establecen
relaciones de dominación y sumisión. Ni tienen problemas. Van donde los lleva
el viento. Viven de gira, Son el Bob Dylan del reino animal”, añade Howard
en su libro.
Referencia
- Genomic evidence for ameioticevolution in the bdelloid rotifer Adineta vaga. Nature 500, 453–457 (22 August 2013) doi:10.1038/nature12326
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