Vivió hace aprox. 70 millones de
años y alcanzó los 6,7 metros de longitud. Sus restos se encontraron en la Isla
Vega y tras arduas tareas de rescate, a cargo del Instituto Antártico Argentino
y un equipo del Museo de La Plata, se obtuvo su esqueleto casi completo.
El paleontólogo José Patricio
O'Gorman, autor principal del estudio publicado en la revista científica Journal of Vertebrate Paleontology,
comentó a la Agencia CTyS que “si bien los plesiosaurios abundaban en los
ambientes marinos en la época de los dinosaurios, el Vegasaurus molyi es la
primera especie identificada en la Antártida cuyo esqueleto está casi completo
y en muy buen estado de conservación”.
Prácticamente, lo único que faltó
encontrar fue su cráneo. “Este ejemplar
nos permitió establecer las relaciones de parentesco entre el Vegasaurus y
otros plesiosaurios que habitaron en Antártida, Patagonia y Nueva Zelanda hacia
fines del Cretácico”, destacó el investigador del Museo de La Plata (MLP) y
el CONICET.
Se recuperaron costillas de este
espécimen, más de 100 vertebras, la cintura escapular, la cintura pélvica, sus
miembros y el cuello completo. “En total,
estimamos que el ejemplar alcanzó los 6,7 metros, pero la vértebra cervical que
estaba en contacto con la cabeza no era mucho más grandes que la de un humano,
de apenas 2 o 3 centímetros de largo, por lo cual, su cráneo era de pequeño
tamaño y no podía ingerir animales muy grandes, más allá de que posiblemente
era un predador activo”, contó O´Gorman.
La extracción de este ejemplar
representó una gran dificultad e implicó décadas de trabajo. De hecho, un
equipo de geólogos encabezado por Eduardo Olivero avistó una de sus aletas
anteriores en el año 1989 y, recién en el año 1993, se pudo realizar la primera
campaña paleontológica de rescate. Luego, en 1999, se continuó con la
expedición, que recién pudo ser finalizada en el 2005. Desde entonces, comenzó
el estudio de los fósiles hasta la reciente publicación que demuestra que se
trata de una nueva especie.
El doctor Marcelo Reguero, encargado
de las colecciones del MLP, estuvo presente en las tres campañas y explicó que “para llegar a la Isla Vega se precisa de un
helicóptero y una logística compleja, por lo que fuimos a rescatar este
ejemplar las veces que nos fue posible y, cuando no, continuamos con las
investigaciones en otros sitios de la Antártida”.
Las
tareas de rescate y el tendón de Moly
Nunca antes se había realizado
campañas paleontológicas en la Isla Vega y, en el año 1993, los paleontólogos
Marcelo Reguero y Juan José Moly, junto a dos geólogas, fueron hasta allí para
rescatar a este plesiosaurio.
“El
principal obstáculo que teníamos para realizar la excavación es que este animal
estaba ubicado el permafrost, que es un suelo congelado, y en un momento
probamos de ayudarnos con un secador de pelo, pero no funcionó”, recordó
Moly.
“Acampamos
allí casi dos meses en 1993 y fue un trabajo con mucha dificultad, por el
clima, porque tuvimos que excavar, a pico y pala nada más, y hacer un
terraplén, porque los restos estaban incrustados en un cerro”, relató Reguero.
Y agregó: “Además, por ahí excavábamos durante dos o tres días y una tormenta
cubría y congelaba todo nuevamente”.
El nombre Vegasaurus molyi, alude a la isla en que fue hallado, pero también
al hombre que puso más empeño para rescatarlo. Así lo cuenta Marcelo Reguero: “Juan José Moly puso muchísima dedicación
para extraer este animal y, desde esa campaña de 1993, arrastra una tendinitis
crónica, porque tenía el brazo lesionado y siguió trabajando; es como que llegó
a tener una obsesión, que también se notó en la campaña de 2005, cuando estuvo
todo el tiempo con el martillo picador”.
Aun con todas las adversidades que
debieron afrontar, en esa primera campaña se desenterró casi el 65 por ciento
del total del animal. Recién en 2005 se extrajo el último fósil preservado. “Excavamos hasta que llegamos a la pieza
sobre la cual debería estar apoyada la cabeza, que lamentablemente no estaba”,
contó Moly. Y detalló: “El cuerpo estaba
como de costado y en una posición de U, con la cola y el cuello incrustados
hacia el interior del cerro”.
Posibles
causas de su extraordinaria conservación
Hoy, la Antártida alcanza
temperaturas muy bajas, de -15 C° en las noches de verano, pero, a fines del
Cretácico, poco antes de la extinción de los dinosaurios, el clima era muy
diferente: en la península antártica había bosques, un clima templado y se
estima que este plesiosaurio quedó cubierto rápidamente en un ambiente marino,
lo cual ayudó a su preservación y a que los animales carroñeros no llegaran a
desmembrar su cuerpo.
No obstante, antes de que el cadáver
fuera sepultado por sedimentos, hubo animales que comenzaron a depredarlo y,
quizás, alguno de ellos arrastró su cabeza. “Entre
sus vértebras, se encontró una docena de nautiloides, que son moluscos carnívoros,
y también una vértebra de tiburón clavada en una de sus vértebras”, precisó
Reguero.
También es posible imaginar que la
mordida de tiburón haya sido mientras este Vegasaurus
vivía. “Una de las hipótesis es que los
plesiosaurios acostumbraban a flotar, cerca de la superficie y, desde abajo, un
tiburón lo podría haber atacado”, sopesó Moly. Y bromeó: “No sé si fue el causante de su muerte, pero
que lo quiso comer, seguro”.
Referencia
- Vegasaurus molyi, gen. et sp. nov. (Plesiosauria, Elasmosauridae), from the Cape LambMember (lower maastrichtian) of the Snow Hill Island Formation, Vega Island,Antarctica, and remarks on Wedellian Elasmosauridae. José P. O’Gorman, Leonardo Salgado, Eduardo B. Olivero & Sergio A. Marenssi. DOI:10.1080/02724634.2014.931285
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