Fuente: Fuente: USACH/DICYT
En 1859 Charles Darwin publicó El
origen de las especies, donde señaló que una especie invasora que exhibe un
alto grado de parentesco evolutivo (relación filogenética) con la comunidad que
invade, tendría escasas posibilidades de establecerse, pues la “lucha por la
existencia” sería más intensa entre especies emparentadas. No obstante,
experimentos actuales del investigador de la Facultad de Química y Biología y
del Cedenna, el doctor Sergio A. Castro, en Chile, concluyeron algo diferente.
“Mucha
gente ha aceptado, por la posición que alcanzó Darwin en la ciencia, sus
hipótesis como hechos incontrovertibles. Sin embargo, muchas de ellas descansan
sobre mecanismos no evaluados. Esto es una situación que se da en el desarrollo
de las ciencias, ya que usualmente aparecen las observaciones, las que son
puestas a prueba posteriormente”, señala el investigador del
Laboratorio de Ecología y Biodiversidad de la Universidad de Santiago (USACH),
Sergio A. Castro.
Doctor Sergio A. Castro, responsable
de la investigación. (Foto: USACH)
Para poner a prueba la hipótesis de
Darwin, junto al equipo de investigación que dirige, desarrolló un proyecto
Fondecyt que dio origen a la publicación Evaluación de Hipótesis de
Naturalización de Darwin en experimento de un conjunto de plantas: Las
relaciones filogenéticas no determinan colonización éxito. Este artículo
apareció en la prestigiosa revista Plos One, actualmente la revista científica
más grande del mundo y con un alto factor de impacto (Q1) en relación a sus
citaciones.
“A
un territorio se pueden introducir diversas especies y varias pueden terminar
por establecerse poblacionalmente como si fueran nativas; es decir, con
independencia de la acción humana. Esto es lo que se considera una especie
naturalizada. En nuestro experimento observamos la colonización de una planta
sobre distintas comunidades vegetales, estas últimas con diferentes niveles de
parentesco en relación a la invasora. Si Darwin tenía razón, se hubiese
registrado una tendencia de establecimiento de la invasora dependiendo del
parentesco evolutivo. Sin embargo, luego de tres años, evaluamos los resultados
y no apoyaron la hipótesis de Darwin”, relata el académico.
El experimento se desarrolló en la
localidad de Batuco y se seleccionaron 15 especies. Una de estas fue la lechuga
silvestre (Lactuca), la que fue escogida como especie colonizadora o
invasora y entre las 14 restantes, entre las cuales se encontraban la
manzanilla, haba, rúcula, etc. se conformaron comunidades experimentales. Con
estas plantas se desarrollaron cinco tratamientos, diferenciados por distancias
filogenéticas con Lactuca, los cuales
no mostraron dependencia de su colonización en relación al parentesco
filogenético.
Lactuca perennis
“En
nuestro estudio todas las plantas pudieron convivir, independiente de sus
parentescos. Por esto, los resultados manifiestan que la hipótesis de Darwin no
tiene un respaldo tan sólido o por lo menos no es tan general como él lo
planteaba”,
indica Castro.
El investigador también ha evaluado
la hipótesis de naturalización de Darwin analizando la composición de la flora
chilena y las plantas exóticas que han sido introducidas. En esta publicación
no solo logró concluir que la hipótesis no se cumplía, sino que emergían
resultados en el sentido opuesto.
“Detectamos
que una especie de otro ambiente puede llegar a Chile central y encontrar
parientes que sobreviven muy bien en este clima. Estos mismos parientes le
pueden entregar polinizadores y dispersores de semillas, haciendo de su
naturalización algo más probable, contrario a lo esperado por la hipótesis de
Darwin”,
expresa.
A lo largo de las últimas décadas se
ha observado un mayor interés de la ciudadanía en saber cómo las diversas
actividades de la humanidad afectan al medio ambiente. El foco se ha centrado
en el cambio climático, obviando otros aspectos como la introducción de las
especies, sea flora o fauna, en territorios donde no son nativos. Estos
aspectos son observados como parte del cambio global.
“Chile
es una isla biogeográfica. Tiene una cordillera, un desierto y un océano que lo
aíslan, por lo que su flora ha evolucionado desde hace más de 180 millones de
años aislada del mundo. Sin embargo, en los últimos siglos se han introducido
especies que son un riesgo para las especies nativas”, explica
Castro.
Tal es la particularidad
biogeográfica de Chile central que es considerado uno de los 35 “Hot Spot” (puntos calientes) de
biodiversidad del planeta. Estos sitios representan lugares que concentran un
alto porcentaje de especies endémicas, pero que al mismo tiempo su conservación
se encuentra amenazada producto del impacto humano.
“Una
especie introducida puede generar la extinción de otra nativa, erosionando
nuestra biodiversidad. En la actualidad, nuestra diversidad de especies de
plantas exóticas es alta en comparación a la flora nativa. La pregunta es qué
podemos hacer para prevenir esto. Es muy poco lo que podemos hacer en un
escenario de globalización, pero sí podemos generar diagnósticos para evitar
que algunas especies entren y que además se naturalicen”, sentencia
el investigador del Laboratorio de Ecología y Biodiversidad de la Facultad de
Química y Biología, y del Centro para el Desarrollo de la Nanociencia y la
Nanotecnología (Cedenna).
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